El hombre siempre ha usado pintura, figuras, dibujos, esculturas, etc., para darse a entender o explicar algo. Estos medios sirven para ayudarnos a visualizar lo invisible; para explicar lo que no se puede explicar con palabras. Al mirar una pintura religiosa debemos tener presente: la PALABRA que lo inspira y lo evangeliza, la IMAGEN que visibiliza la palabra bíblica y lleva a los ojos lo que la palabra transmite al oído, la ORACIÓN, plegaria litúrgica en la que resuena la voz la comunidad en un mismo Espíritu.

miércoles, 13 de julio de 2011

Inmaculada Concepción de El Escorial

Bartolomé Esteban Murillo.
Museo del Prado. Madrid. 1665.
Bartolomé Esteban Murillo (Sevilla 1617- Cádiz 1682) es uno de los pintores barrocos españoles que más éxito tuvo en vida, y ello debido sobre todo a su particular sensibilidad, especialmente dulce y amable en el tratamiento de sus cuadros religiosos, que por ello mismo conectaron fácilmente con el sentir popular. En cualquier caso no deben despreciarse sus valores como excelente dibujante y magnífico colorista.


Murillo moriría en 1682 en plena actividad, al caerse de un andamio cuando pintaba el retablo del convento de los Capuchinos de Cádiz.
Uno de los temas más reiterados en la pintura de Murillo es el de las Inmaculadas.
                                                                             
Inmaculada Concepción de El Escorial, Murillo.
La Inmaculada de El Escorial es así llamada por haber permanecido en el Escorial como pieza de las colecciones reales, según parece después de ser comprada en Sevilla por Carlos III. En ella se resume perfectamente la iconografía que Murillo, imágenes de una sensual delicadeza, de formas vaporosas y colores pastosos de gran brillantez y una composición equilibrada que combina la disposición triangulada de la virgen que la asienta en una cierta estabilidad, con un movimiento helicoidal de la túnica, que a su vez subraya el moviento ascensional.Todo ello enriquecido con detalles de gran delicadeza como los propios dedos finísimos de la Virgen, la melena suelta, la expresión encadilada o el coro de ángeles niños.

No faltan tampoco los consabidos símbolos marianos que suelen acompañar iconográficamente este tipo de representaciones de la Virgen desde el S. XVI,así, los elementos que las Letanías repetían: sol, luna, estrella, puerta del cielo, lirio entre espinas, espejo sin mancha, huerto cerrado... Sin olvidar que a veces aparece la tierra y la serpiente, símbolos del pecado original que la virgen no padeció. En este cuadro aparece junto al coro de ángeles la luna en cuarto creciente, otro de los símbolos más reiterados, cuyo origen se haya al parecer en un comentario de Apocalipsis de San Juan: "Apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de los pies y sobre la cabeza una corona de doce estrellas": Dicha imagen de la luna se asoció primero a la Iglesia, posteriormente a la Asunción y finalmente a la Inmaculada Concepción. Además el sol, la luna y las estrellas eran símbolos del saber, lo que venía a explicar que la concepción inmaculada de María lo fue con plena sabiduría. La iconografía se completa en este caso con querubines que portan los atributos marianos: las azucenas como símbolo de pureza, las rosas de amor, la rama de olivo como símbolo de paz y la palma representando el martirio.

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